No encontrando lo que buscaba, no se movió del sitio, y continuó meditando en la misma actitud. Era ya medio día, y nuestros soldados lo observaban, y se afirmaban los unos a los otros, que Sócrates estaba extasiado desde la mañana. En resumen, contra la tarde, los soldados jonios, después de haber comido, llevaron sus camas de campaña al paraje donde él se encontraba, para reposar al fresco (porque entonces era el estío), y observar al tiempo si pasaría la noche en exactamente la misma actitud.
Sí, solo Sócrates me hace ruborizar, pues tengo la conciencia de no poder oponer nada a sus consejos; y no obstante, después que me separo de él, no me siento con fuerzas para renunciar al favor popular. Yo huyo de él, procuro evitarle; pero en el momento en que vuelvo a verle, me abochorno en su presencia de haber negado mis expresiones con mi conducta; y muchas veces preferiría, de esta forma lo creo, que no existiera; y no obstante, si esto sucediese, estoy convencido de que sería yo aún más desgraciado; de forma que no sé lo que me pasa con este hombre. Phaidros es el primero que toma la palabra para realizar del amor un elogio de un carácter muy loable. Este panegírico es el eco de la opinión de un corto número de hombres a los que una educación liberal ha preparado para juzgar el amor libre de toda sensualidad grosera y en su acción moral. El cariño es un dios y un dios antiquísimo, ya que ni los novelistas ni los versistas han podido nombrar ni a su padre ni a su madre, lo que significa indudablemente que no es fácil explicar su origen sin estudios. Es el dios que más favorece a los hombres, porque no tolera la cobardía en los amantes y siempre y en todo momento les inspira la abnegación.
Cuanto mucho más se conoce a los hombres, mucho más se admira a los perros. A los setenta, pocos hombres preservan su herramienta; y es norma establecida, que desde los cincuenta anda mal. Agua del pozo y mujer desnuda, llevan al hombre a la sepultura.
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El viento que corra por San Juan , todo el año reinará. Tiempo, viento, mujer y fortuna, son tan mudables como la luna. El tiempo es un enorme médico, para el alma y para el cuerpo. Voy a complacerte; pero mejor será que tomemos la cosa desde el principio, como Aristodemos me la contó.
La que, en sentido figurado y con forma inmutable, es de empleo común y no incluye sentencia alguna. Salamanca a unos sana y a otros manca, y a todos deja sin blanca. Por las verdades se pierden amigos, y por las no decir se hacen desamigos. El Infierno está repleto de buenos deseos, y el cielo, de buenas obras. En la carne estamos perdidos, la vida viene a través del Espíritu.
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»Naturaleza corporal contiene los 2 amores, porque las partes del cuerpo que están sanas y las enfermas forman necesariamente cosas diferentes y heterogéneas, y lo heterogéneo desea y se siente atraído por lo heterogéneo. Pero los elementos mucho más enemigos son los mucho más contrarios, como el frío y el calor, lo seco y lo húmedo, lo amargo y lo dulce y los otros de exactamente la misma especie. Por haber encontrado el medio de entablar el amor y la concordia en medio de estos contrarios es por lo que Esculapio, el jefe de nuestra familia, inventó la medicina, como dicen los versistas, y yo lo creo.
Lo mismo pasa con los ignorantes; ninguno de ellos filosofa, ni quiere hacerse sabio, pues la ignorancia produce precisamente el pésimo efecto de persuadir a los que no son bellos, ni buenos, ni sabios, de que poseen estas cualidades; pues ninguno quiere las cosas de que se cree provisto. He aquí el preámbulo del que ningún detalle es indiferente. El ateniense Apolodoros refiere a personajes que no se nombran lo ocurrido en un banquete dado a Sócrates, Phaidros, el médico Eryximacos, el poeta cómico Aristófanes y otros invitados por Agatón, cuando fue premiada su primera tragedia. Apolodoros no concurrió a aquella cena, pero conoció todos y cada uno de los datos por un tal Aristodemos, uno de los invitados, cuya certeza pudo revisar con el testimonio del mismo Sócrates. Y estos datos están muy presentes en su memoria por el hecho de que hace poco ha tenido ocasión de contarlos. Los convidados se han reunido ya en casa de Agatón; Sócrates es el único que se hace esperar.
—Tras lanzar la flecha, contestó Eriximaco, ¿piensas que te puedes escapar? Fíjate bien en lo que dirás, Aristófanes, y charla tal y como si tuvieses que hablar de cada una de tus expresiones. Quizá, si me semeja del caso, te trataré con indulgencia.
—Pues no te sorprendas; distinguimos una clase especial de amor, y le llamamos amor, empleando del nombre que se ajusta a todo el género; al paso que para el resto especies, usamos términos diferentes. —No afirmes, pues, contestó ella, que todo cuanto no es bello es siempre feo, y que todo lo que no es bueno es necesariamente malo. Y por haber reconocido que el Amor no es ni bueno ni bello, no vayas a opinar que necesariamente es feo y malo, sino que ocupa un término medio entre estas cosas contrarias.
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Ellos me han convencido, y a mi vez trato yo de seducir a los demás, de que, para conseguir un bien tan grande, la naturaleza humana difícilmente hallaría un auxiliar más poderoso que el Amor. En cuanto a mí, honro todo lo que a él tiene relación, le hago objeto de un culto muy particular, le recomiendo a los demás, y en este mismo momento acabo de celebrar, lo mejor que he podido, como todo el tiempo lo estoy haciendo, el poder y la fuerza del Amor. Y en este momento, Fedro, mira si puede llamarse este discurso un elogio del Amor; y si no, dale el nombre que te acomode. —La de ser intérprete y medianero entre los dioses y los hombres; llevar al cielo las súplicas y los sacrificios de estos últimos, y comunicar a los hombres las órdenes de los dioses y la remuneración de los sacrificios que les han brindado. Los diablos llenan el intervalo que divide el cielo de la tierra; son el nudo que une al enorme todo. De ellos procede toda la esencia adivinatoria y el arte de los curas con relación a los sacrificios, a los secretos, a los encantamientos, a las profecías y a la magia.
Quizá, Sócrates, he llegado a comenzarte hasta en los secretos del amor; pero en cuanto al último nivel de la iniciación y a las revelaciones más secretas, para las que todo cuanto acabo de decir no es mucho más que una preparación, no sé si, ni aún bien dirigido, podría tu espíritu elevarse hasta ellas. Yo, no obstante, continuaré sin que se entibie mi celo. Ya sabes que la palabra poesía tiene varias acepciones, y expresa en general la causa que provoca que una cosa, sea la que quiera, pase del no-ser siendo, de suerte que todas y cada una de las obras de todas y cada una de las artes son poesía, y que todos y cada uno de los artistas y todos los obreros son poetas. —Un enorme demonio, Sócrates; pues todo demonio ocupa un espacio intermedio entre los dioses y los hombres. —Es, como dije antes, una cosa intermedia entre lo mortal y lo inmortal. —Pero estás de acuerdo en que el Amor quiere las cosas bellas y buenas, y que el deseo es una señal de privación.
Por ello en el momento en que la desaparición llega al hombre, lo que hay mortal en él muere y lo inmortal se retira sano e incorruptible cediendo el puesto a la muerte. Que Dios, repuso Sócrates, que la esencia y la iniciativa de la vida y si existe alguna otra cosa que sea inmortal, que todo eso no perezca, no hay nadie que pueda no estar conforme con esto. De igual forma puede decirse que si lo que es susceptible al frío estuviera exento necesariamente de perecer, por varias cosas frías que se echaran sobre el fuego jamás se extinguiría éste, jamás perecería; al revés, saldría de allí con su fuerza. Los poetas no utilizan la sabiduría para crear sus poesías, sino a través de una inspiración que está en videntes y profetas, puesto que tienen la capacidad de decir infinidad de cosas bellas, sin comprenderlas. Un hombre desinhibido es realmente difícil que genere afecto, puesto que cierra la puerta de la amistad por su bien difícil forma de tratar. Tienes que temer más al amor de una mujer, que a un hombre que detesta.
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Después de haber hablado de la justicia, de la templanza y de la fuerza de este dios, resta probar su habilidad. ¿Va a poder negarse que todos y cada uno de los seres vivos son obra del Amor bajo la relación de su producción y de su nacimiento? ¿Y no observamos que en todas y cada una de las artes el que ha recibido enseñanzas del Amor se hace hábil y célebre, al tiempo que se queda en la oscuridad el que no fué inspirado por este dios? A la pasión y al Amor debe Apolo la invención de la medicina, de la adivinación, del arte de asaetear; de modo que puede decirse que el Amor es el maestro de Apolo; como de las Musas, en lo que se refiere a la música; de Vulcano, respecto del arte de derretir los metales; de Minerva, en el de tejer; de Júpiter, en el de gobernar a los dioses y a los hombres. Si se ha restituido la concordia entre los dioses, hay que atribuirlo al Amor, o sea, a la belleza, por el hecho de que el amor no se une a la fealdad. Antes del Amor, como dije al principio, pasaron entre los dioses muchas cosas deplorables bajo el reinado de la Necesidad.
Esto causa que estos ríos vuelvan a su curso y es porque no encuentran fondo, ya que sus aguas ruedan suspendidas en el vacío, bullendo lo mismo hacia arriba que hacia abajo. El aire y el viento que las envuelven hacen lo mismo y las siguen en el momento en que se elevan y cuando descienden; y lo mismo que en los animales entra y sale el aire incesantemente por la respiración, el aire que se mezcla con estas aguas entra y sale con ellas y hace vientos coléricos. En el momento en que estas aguas caen con crueldad en el abismo inferior del que he hablado, forman corrientes que vuelven por medio de la Tierra a los lechos que hallan, que llenan como se llena una bomba.